Finalmente llegué a la Corte
Tan bastardo como varios me odiaban…
Eché de lado a los malos
Consejeros y a la Reina.
El pueblo entero me adoró,
Puso a mis pies el camino.
Junto a mi bobo hermanastro
Reiné por la totalidad de dos años
Intentando salvar a España
De las garras de la fatalidad.
Pero la dulce Muerte,
Gran compañera en estos días,
Había grabado su sello ya
Y no nos iba a perdonar
Los gestos y las gracias
Hechos con anterioridad…
No hubo rezos ni campañas
Para detenerla sobre mí.
Me tenía fichado desde el principio
Un ojo puesto sobre mí,
Enamorada de mis victorias,
Mi toma de Barcelona,
Mi virreinato y la campaña,
Vino a cortejarme
Cuando tomé entre mis manos
La corona de España…
Carlos me la dio de buena gana,
Harto de todo aquello
Que no fuere
Turrón azucarado y
Dulce de leche.
Y sobre mi garganta
Posó su larga mano
La Muerte con ojos cerrados.
Y era tan suave y delicada
La verdadera voz del amor
Que me rendí en apenas
Dos semanas y media.
Tifoidea sin curación.
Pero al menos conocí
El verdadero amor
Y su tristeza.
No el amor a medias
Que el escenario enseña.
Y me fui para siempre,
Justo a tiempo la verdad,
Antes del derrumbe
De la Corte moribunda.
Le cumplí a mi madre,
A mi padre, a España,
Al mundo y a todos
Los que pusieron
Su esperanza dura
Sobre mis espaldas.
Pero lo bastardo,
El cobre mal dorado,
Mi alma lo lleva
Tan dentro y tan sellado.
El bastardo siempre seré,
Al mundo así vine y así me iré.
- Don JUAN JOSÉ DE AUSTRIA
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