Había pasado la noche aturdida por el frío. Cuando despertó se encontró en un lugar oscuro y desierto.
Quiso correr pero se golpeó con una barrera imosible de pentrar, aunque lo intentó varias veces. Entonces se mantuvo quieta, atenta a cualquier cosa que pudiera suceder. Estaba atrapada.
Buscó en la oscuridad algo qué comer. No encontró más que hierbas secas y tierra. Sintió que todo se movía y que giraba en el aire.
Cuando se detuvo no había nada más alrededor. Estaba adolorida, pero se aventuró a caminar en el lugar donde se encontraba. Descubrió un pequeño estanque y se entretuvo chapoteando en el agua.
Más lejos encontró un jardín y pudo disfrutar de la hierba. También encontró algo que parecía comestible. Lo probó y lo encontró pegajoso, pero sabía bien y no tuvo remilgos.
Después de comer el sueño la venció. Despertó cuando se sintió observada. Era un ser extraño. Parecía inofensivo; al menos no intentaba hacerle daño, así que permaneció quieta hasta que lo vio alejarse.
La cegó un destello. Alzó la mirada y vió una luz amarilla en las alturas que le producía calor.
Imposible moverse, estaba paralizada. Cerró los ojos y aguardó. No supo cuánto tiempo pasó pero, al cabo, la luz cegadora desapareció, y todo volvió a ser como antes.
Exploró el nuevo mundo, y se dio cuenta de que ella y el ser que la había visto no eran los únicos moradores del lugar. Pudo ver otros seis habitantes, todos ellos distintos entre sí. Su instinto la impulsó a mantenerse lejos mientras no fuera posible saber si eran seres agresivos.
Alguien se le vino encima. Un ser grande, peludo, con muchas patas y afilados colmillos. La atrapó, la asfixiaba.
Luchó, se defendió con todas sus fuerzas: fue inútil, no pudo librarse él. Un terrible agotamiento la invadió. Se abandonó, dejó de sentir.
- ¡Gané! – gritó emocionado el niño de la chamarra roja.
- ¡Hormiga debilucha! , no se vale, quiero la revancha – exigió el niño del suéter azul, dando brincos.
- Está bien – concedió el de la chamarra – porque la verdad, tu hormiga sme pareció algo tonta: desde que la metiste en la caja andaba como perdida, ni se movía casi. Y ya ves quecuando se acercó el saltamontes hasta se hizo la muerta.
- El lunes entonces me traigo una hormiga nueva. Ya me voy porque mi mamá me llama para comer – dijo el del suéter, y se fue corriendo.
El niño de la chamarra se asomó a la caja.
La araña había terminado de comer.
Mary Tere Villarreal
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